lunes, 12 de mayo de 2014

Nadie es perfecto

Fuente imagen: Eclosión: coaching & desarrollo

Se pasó una hora buscando los calcetines, una maldita hora perdida, porque al final ocurrió lo mismo de siempre.

Apartó infructuosamente sábanas y mantas, deshaciendo por completo la cama; se deslizó desnudo por debajo de ella, palpando a ciegas. Inspeccionó en vano cada centímetro cuadrado del suelo de la habitación. Aun convencido de que buscando por allí nunca aparecería calcetín alguno,  probó también detrás de la puerta, cerrándola con una ligera patada.  Cansado, desnudo y con el frío de enero metido en los huesos, se refugió entre la ropa de la cama revuelta. Admitió para sí la inutilidad de tantos intentos. Pateando la cama, aceptó con tristeza que muchas cosas jamás estarían a su alcance. Parecía irremediable: si no quería andar descalzo durante todo el día, tendría que pedirle ayuda una vez más, ¡como si él no tuviera dedos!, por supuesto que los tenía, pero no como los de ella,  tan prodigiosamente bien colocados que podía aplaudir, chasquear, acariciar, rascar y hasta hacer sombras chinescas con la misma soltura con la que él caminaba. 

Ella lo observaba haciéndose la distraída, tamborileando rítmicamente sobre el colchón. Tenía la certidumbre de que tarde o temprano acabaría requiriendo su ayuda, por eso esperaba tranquila mientras se recreaba en aquellos detalles que a lo largo de los años había descubierto que él envidiaba en secreto:  su perfume delicado, su belleza simple, sus hechuras armoniosas,  sus uñas impecablemente arregladas y sus dedos largos y esbeltos.

Cómo odiaba a aquella mano fragante, hábil y hermosa. Aceptando lo evidente, el señor Foot le pidió resignado que buscara en el último cajón de la cómoda y que hiciera el favor de vestirlo.


2 comentarios:

  1. La foto y el texto no puede estar mejor unido! Ya tengo ganas de ver y leer lo siguiente ana!

    ResponderEliminar
  2. Me alegra que te guste!! Muchas gracias, Norah!!

    ResponderEliminar